Pasada
la primera etapa de la vorágine electoral, las votaciones, el país despierta a
dos realidades. Por un lado, la de un Poder Electoral que se pone de espaldas a
la tranquilidad social y de frente al deseo de quienes dicen controlar el
gobierno al negar una verificación exhaustiva de los comicios que muestren un
resultado electoral más allá de toda duda. Por otro lado, la constante
precariedad de los sectores populares de Caracas.
Esta
semana estuvimos almorzando y conversando con los vecinos del barrio El Cují,
en el kilómetro 3 de la carretera Panamericana, donde el Estado aún no ha
llegado. El partido gobernante solo se acerca al lugar para pedir votos y
vender promesas, las que luego nunca cumplen. Por eso la zona no tiene ni
calles sino veredas de tierra; no tiene tuberías ni drenajes, sino depósitos de
aguas negras que, no pocas veces, corren buscando salida en la cuneta de la vía
principal; no tiene casas sino lugares de sobreviviencia donde los pisos son de
tierra y los baños apenas una zanja.
En una
casa que nos recibió el drama es más que de infraestructura. Allí yace Alexey,
un niño de 6 años de edad que padece de parálisis cerebral. Sus días pasan allí
postrado, sin atención gubernamental y sin la de su familia quienes no pueden
hacer más por él porque la pobreza no los deja.
Más
adelante, en otra casita, vive Milagros. Ella antes estaba en el kilómetro 5 en
condiciones similares a las actuales, hasta que la Guardia Nacional la sacó, y
no de buena manera. Así que ella, sus dos hijos y seis nietos tuvieron que
“mudarse” a este pedazo de tierra donde levantaron un hogar de tablas y restos
de otros materiales. Desde aquella casa, por una de sus diminutas ventanas, se
ve el Hipódromo. Antes hubiese sido motivo de contraste, la pobreza de este
lado y la apuesta, el negocio de aquél lado. Pero ya no, porque en La Rinconada
también abundan los damnificados y la carestía.
Esto es
el reflejo de Caracas, una ciudad que producto de su mala administración, de la
dejadez de sus gobernantes, ha caído en un espiral de pobreza a pesar de los
maquillajes. La capital de un país rico en petróleo se debate entre la tierra,
la falta de servicios públicos, la violencia y el hambre. Es el ejemplo central
de un país cuyas brechas se van acentuando: quienes gobiernan y gozan de las
mieles del poder, como los aires acondicionados, la disponibilidad permanente
de alimentos, los caros vehículos, los escoltas y los favores; ni siquiera ya
pueden mirar a esta otra ciudad, la de verdad, la que con sus relieves muestra
cómo el discurso se ha quedado en palabras mientras la espera se ha
transformado en frustración.
Pero la
esperanza no se pierde, las ganas de quienes así viven de tener una mejor
calidad de vida no se apagan, como tampoco la de quienes queremos darle a
Caracas un mejor presente y un brillante futuro, convirtiéndola en una ciudad
educadora. Es posible. Estamos a tiempo.
@aecarri
@alianzadellapiz
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