El laberinto en que se encuentra
Venezuela está marcado por la carestía y por la incertidumbre. Desde un
gobierno de muchos que en realidad representan a pocos, se nos quiere hacer ver
que el país avanza con normalidad, a pesar de estar acéfalo en la práctica,
aunque los hilos estén siendo manejados por uniformados militares de otro país
cuyas órdenes están siendo aplicadas por quienes abandonaron la soberanía y la
autodeterminación para abrazar el mandato del gobierno de una nación
extranjera. Adiós, Constitución.
Nuestro país atraviesa momentos
muy difíciles que exigen de la mayor fortaleza no solo de su pueblo sino de sus
dirigentes, y además de la reacción oportuna de todos ante las pretensiones
apátridas y entreguistas de quienes vestidos con votos ajenos pretenden
continuar manejando el poder despóticamente y sin amparo legal que soporte dos
leídas. En manos de esos está la nación.
La respuesta está clara en la
Constitución que hay que rescatar y volver a hacer vigente. Desde hace semanas
estamos alertando cómo Venezuela se ha convertido en un país de suplentes
ineficaces, burócratas que desoyen las instrucciones de su propio jefe ausente
como estrategia para llegar al fulano y tan mentado punto de no retorno, que no
es más que el control absoluto de la legalidad para no soltar las riendas del
país, esas que ponen a merced de La Habana.
Pero el escenario que viene en
2013 no es tan difuso como algunos creen. En Venezuela vienen escenarios
electorales, judiciales, constitucionales y legales. Todos tendrán que ver con
instituciones del Poder Público en sus diferentes niveles y todos requerirán la
intervención de organismos que hoy están secuestrados por esos suplentes
carentes de autonomía, de poder de decisión, y subyugados a la temporalidad del
cargo, a la amenaza, a la improvisación y a la dominación del más fuerte.
Ya lo vimos en el Tribunal
Supremo de Justicia con los siete magistrados cuyos períodos se vencieron y
simplemente les quitaron las llaves de sus oficinas para dárselas a sus
“suplentes” que ahora se sientan cómodos en ellas, reportándoles a un partido
político, aun cuando una suplencia es tal en la medida que cumple el mismo
período que el suplido. Esas suplencias también están vencidas.
En el CNE se acerca un escenario
similar. Tres rectores terminan su tiempo a finales de abril, apenas semanas
antes de un escenario electoral anunciado, las elecciones municipales, y otro nacional que seguramente tocará anunciar,
y aún no se sabe qué pasará si no se escogen sus sustitutos. ¿Subirán a los
suplentes de manera indebida también? ¿Los perpetuarán en el cargo
indebidamente? Las especulaciones se quedan cortas ante la maraña de excusas
legales que este gobierno ha usado hasta ahora para sostener vagamente muchas
de sus acciones.
Por eso es importante, y así lo
reiteramos, que la Asamblea Nacional se enserie y asuma su rol. Ya basta de un
Parlamento convertido en altavoz de insultos y descalificaciones. Ya basta de
un Parlamento convertido en una mera caja chica de créditos adicionales a favor
del burocratismo. Ya basta de un Parlamento de espaldas al país, incapaz de
nombrar un Contralor General de la República en más de año y medio que tiene
fallecido el titular de ese cargo. Ya basta de un Parlamento hecho cómplice de
los desmanes del Ejecutivo, aplaudidor de burdos espectáculos como el de la
memoria y cuenta. La Asamblea Nacional, el foro político más importante de un
país serio debido a su representatividad, debe ponerse las pilas y enseriarse
para devolverle al país su institucionalidad.
Sin instituciones fuertes
Venezuela seguirá transitando por el laberinto que actualmente la envuelve. Sin
instituciones fuertes el contrapeso del poder no existe. Sin instituciones
fuertes estamos aún más a merced de decisiones diseñadas a la medida de los
intereses extranjeros. Necesitamos poner el objetivo donde está porque mientras
los suplentes andan en obvia campaña electoral, en el lado de la democracia hay
inercia, despropósito, apabullamiento y quizá hasta miedo de no saber qué
hacer, cómo actuar, cómo enfrentar a quienes tienen incluso el poder de jugar
con los tiempos lo necesario para granearse la continuidad, ya no
administrativa como falsamente se decidió, sino política.
Es un llamado de alerta al país.
Es un llamado de urgencia al país. Exijamos que el país acéfalo quede atrás
porque vienen nuevos retos y hay una sociedad que requiere de la activación
oportuna y certera que ponga freno a las intenciones de unas cúpulas más
podridas que nunca.
@aecarri
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