Ya el Consejo de Estado tiene todos sus miembros
seleccionados. Al revisar la lista de nombres, los perfiles y la trayectoria de
las personas allí incluidas nos tropezamos con la lamentable realidad de que se
le está cerrando las puertas a la pluralidad del país de formar parte de una
instancia que legal y constitucionalmente existe para guiar al Presidente de la
República en decisiones importantes para la Nación.
Ya hemos dicho que esto no puede usarse como un órgano de
transición, mucho menos como un escenario para que el partido de gobierno
termine de dirimir sus conflictos internos por la sucesión. El Consejo de
Estado puede funcionar como un lugar de encuentro, de diálogo, frente a las
posibles crisis que pudiéramos estar enfrentando con vacíos políticos.
El Consejo de Estado no es para preservar la revolución, es
para preservar al país. Si hay diálogo se pueden fortalecer las instituciones.
Si se le da la espalda al país volveremos a tener una oportunidad perdida, como
las tantas que ha habido en la historia.
A los miembros de ese Consejo les enviamos de nuevo el
mensaje. Ábranse al país, brinden el espacio para que los distintos sectores
nacionales puedan encontrar allí un punto de encuentro para contrastar opiniones,
promover caminos, establecer reglas. No basta con asumir el tema como una
trinchera de lucha más para defender a un gobierno que además pareciera tener
fecha de caducidad.
La Planta
Al fuego de la terrible situación carcelaria del país se le
echa leña cada vez que desde el Gobierno se implementan políticas conducidas al
fracaso. Lo ocurrido en el paraíso esta semana, donde un venezolano murió por
una bala salida de la plomazón que se armó en La Planta es la consecuencia de
la imprudencia, la irresponsabilidad y la improvisación de todo el Estado, y
especialmente de la ministra de Asuntos Penitenciarios, Iris Varela.
El Paraíso se convirtió en un infierno. Y sigue siéndolo,
porque el toque de queda, la vía cerrada, la permanente presencia militar, la
exposición al peligro y la latencia del miedo no es otra cosa que un infierno,
aunque las balas no estén volando y hacia los edificios adyacentes a La Planta.
Estamos como si fuera la II Guerra Mundial, porque ya nadie puede ni dormir
tranquilo viviendo en un piso 9 de un edificio.
Tenemos que tratar de extirpar la violencia que allí se
origina, la irresponsabilidad de la ministra Varela ha terminado con la vida de
un habitante de El Paraíso y eso hace que tenga que renunciar. Antes hemos
dicho que ese lugar no puede ser el asiento de una cárcel, el plena zona
residencial. Ahora lo reafirmamos y aunque la ministra asumió tal propuesta la
aplican mal y tardíamente. ¿Qué resultado esperaban?
Las cárceles venezolanas son el grito pavoroso más fuerte
del fracaso de las políticas del gobierno nacional. No hay excusa para o haber
construido una cárcel nueva en 13 años. No hay excusa para no mejorar en algo
las que ya estaban. Ruletear a los presos de un centro a otro, lejos de
solucionar nada, termina aumentando el hacinamiento, la violación continuada de
los derechos humanos, conduciendo a explosiones como la de esta semana. Se
rompe la olla de presión.
Cementeras en Caracas
A pesar que el ministro Farruco Sesto diga lo contrario.
Tener un montón de cementeras operando en zonas residenciales, a toda máquina y
a toda hora tiene consecuencias para la salud. No solamente por el polvillo y
los materiales químicos que se usan, sino por el ruido. Las cementeras
contaminan y son otra muestra de cómo la improvisación termina opacando
cualquier acción, debido a las consecuencias negativas.
Seguimos denunciando que los vecinos tragan polvo y respiran
mayores cantidades de plomo, sílice, calcio, partículas de hierro y manganeso. Metales
que a la larga van a afectar la salud de la población en diversas formas y en
diversos momentos. En lo inmediato puede producir conjuntivitis, dermatitis,
rinitis, bronquitis y asma bronquial. Si la persona tiene una carga sostenida
se producirán inflamaciones crónicas del pulmón como la fibrosis pulmonar y la
silicosis.
Tener un montón de cementeras operando en zonas residenciales, a toda máquina y a toda hora tiene consecuencias para la salud |
Llamamos a la responsabilidad. No podemos construir casas
para unos a riesgo de la salud de otros. Es la exclusión en su peor forma,
atentatoria de la salud.
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