Quien crea que el juego está definido porque un sector ganó las elecciones está muy equivocado. Un país no se trata solo de votar y cantar victoria. Un país se trata de gente exigiendo soluciones, reclamando sus derechos, reaccionando ante el abuso y luchando por mejor calidad de vida. Así que los que se sienten tranquilos porque “ganaron” pelen bien los ojos, porque se pueden estar poniendo la soga al cuello.
Apenas han pasado dos semanas de “la elección del siglo” como algunos lo vendieron, y ya el sistema hace aguas. Las necesidades del pueblo siguen allí, las carencias, las penurias, las calenteras. Y los irresponsables también siguen ahí. Porque la gente que votó en esos 8 millones pudo haber escogido a un mandatario pero son pocos los que comulgan con la panda de ineficientes que lo acompañan en su hacer.
Las elecciones no son un Lexotanil. Pretender que a la gente se le olvidó las deudas es fantasía. Al contrario, las tiene más presentes que nunca y ahora, luego de votar, tiene más razones para pedir sean correspondidas. “Ya voté por ti, ahora resuélveme el problema”. Es una frase que está en la cabeza de muchos. No se trata de sufragios como premios, sino sufragios como preventa de exigencias.
En las calles no se respiran aires de alegría, de triunfo, de felicidad porque ganó el indicado. No. En las calles lo que hay es un pueblo que ahora viene a cobrar su parte del crédito. Y los que tienen los despachos y los aires acondicionados no la tienen fácil. Son los herederos de su propio desastre, de su economía malograda, de sus deudas acumuladas, de su inflación galopante, de su dólar innombrable carísimo, de sus refinerías petroleras a medio caminar, de su producción agrícola y manufacturera por el suelo, de una deuda pública estratosférica de cientos de miles de millones de dólares, de contratos colectivos vencidos hace años, de pasivos laborales acumulados durante lustros. En un cóctel peligroso, que ellos mismos buscaron y mezclaron.
Corazón sin solución es frustración. Y por mucha campaña, por mucho mensaje, la gente no está dispuesta a esperar pacientemente y por siempre el fulano “por ahora” a las reivindicaciones sociales. Ya lo vemos a diario. El despelote del tren de los Valles del Tuy mostró cómo una calentera social puede explotar. Se cansaron de los retrasos, de un sistema que funciona a medias desde aquél choque de hace más de un año, de un servicio que nunca desde que fue inaugurado ha estado al 100%. Se cansaron de la migaja, y también de la propaganda que busca hacerla ver como un plato completo.
Pero no solo en los Valles del Tuy, donde días antes la gente votó mayoritariamente por esa opción, se levantan las banderas y los puños de la frustración. Allí están quienes reclaman su vivienda, hartos de tanto refugio, de tantas mentiras, de tanta indignidad y de tanto peloteo. Algunos admiten haber callado antes de los comicios para evitar represalias. Pues votaron y ahora piden lo suyo a cambio. Como hemos dicho, la gente no votó en agradecimiento a una gestión, sino como inversión política para luego cobrar las deudas.
El 80% de los asesinatos ocurre en los sectores populares. Mientras más pobreza más violencia. Siguen dejando de latir los verdaderos corazones del pueblo. ¿Creen que esa gente se va a quedar tranquila mientras unos irresponsables se vanaglorian de su “triunfo”? La realidad es que este gobierno tiene hipotecado su propio futuro y su propia gestión. Ya no tiene excusas. En la campaña apelaron a la autocrítica, prometieron hacer un mejor gobierno, ahora el pueblo los tiene en la lupa y cuidado si irán al paredón de las promesas incumplidas.
Los votos no son premios ni mucho menos un poder ilimitado, los triunfos son compromisos. Quienes creen que tienen la tarea hecha por mantenerse en la silla están equivocados. Se está cumpliendo el juramento, aquella parte que habla de que “el pueblo se lo demande”.
Estaremos allí, en los barrios junto a la gente que más padece, en la lucha por el país de una verdadera justicia social, por las escuelas que tanto faltan en 23 de enero, en Carapita, Macarao o en Tinaquillo. Presidente Chávez, cuidado, que puro corazón sin solución tiene un inmenso tufo a frustración.
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