Para nadie es un secreto que
Caracas se ha convertido en una tragedia urbana, una ciudad donde la violencia
y la inseguridad constante amenazan la actividad social, pero también la
comercial, destruyendo el empleo productivo. Por si fuera poco en nuestros
sectores populares lo comerciantes y pequeños expendedores se enfrentan
diariamente al acoso de funcionarios públicos y la escasez, en un verdadero
coctel de desidia y abandono, mezclado con abuso de autoridad.
Por eso debemos activar
políticas sociales serias, coherentes, pensadas y verificables para cambiar
esta realidad. Ello solo es posible si nos ocupamos como primera tarea de los
muchachos, porque la mano de obra joven no está preparada, luego de abandonar
la escuela y teniendo a la delincuencia como su único medio de
supervivencia. Nuestro objetivo debe ser una política social seria que inserte
a estos jóvenes a la vida productiva. Debemos fomentar la educación para el
trabajo en nuestras comunidades, como lo hemos estado haciendo con el proyecto
de Las Casas del Lápiz, una realidad ya tangible en los Eucaliptos y el
Guarataro.
Además, debemos estar junto a
las comunidades para no solo denunciar sino buscar la sanción a quienes se
aprovechan de una chapa para amenazas a quienes hacen vida en comercial, en los
mercados, en las bodegas. Al ser una cadena, también es el consumidor, el
usuario, el vecino, quien se ve afectado por cómo se amenaza la vida comercial
intracomunitaria.
Todo ello pasa por repensar
nuestro desarrollo y entender los retos que tenemos por resolver. Necesitamos
lograr grandes cambios sociales pero también políticos dentro del municipio
Libertador. En diciembre no podemos elegir solamente a un Alcalde. Debemos
escoger una propuesta de transformación de la ciudad y que desmonte la
violencia.
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