El pueblo de Caracas no aguanta
más mentiras ni más improvisaciones, especialmente con el tema de la seguridad.
El Plan Patria Segura, militarizar las calles, está siendo tratado como si
fuera la panacea contra la violencia, obviando su carácter represivo o al menos
intimidatorio. Pero la realidad es otra, especialmente porque la primera zona
de Caracas que fue militarizada fue la parroquia Sucre, Catia, donde se supone
que la Policía Nacional Bolivariana ha estado ejecutando su plan piloto y
haciendo del lugar una zona segura. No lo lograron. ¿No es tan fácil, verdad?
Ahora optan por implementar el
viejo y gastado esquema de las alcabalas cuando lo que hace falta, en materia
policial, es patrullaje a fondo. Un poco de uniformados viendo cada carro que
pase por un punto determinado y retrasando el tráfico no es un método que sirva
para apresar a los delincuentes. Simplemente el que pase de lejito y vea las
luces, los conos y la cola da media vuelta y se va por la transversal. O peor,
da el pitazo a otros "colegas".
Si no hay patrullaje, no hay
seguridad. Pero el verdadero meollo está además en la impunidad. Porque sin
castigo no hay temor, y el malandro sabe que si roba y si mata no le va a pasar
nada; no lo pondrán preso, no lo dejarán detenido, no habrá castigo. Solo 8 de
cada 100 homicidios termina en una detención, que ni siquiera garantiza que
haya juicio ni pena, según el Observatorio Venezolano de Violencia. En 1998
había 118 detenciones por cada 100 asesinatos. Además, en aquél año cayeron
4.500 muertos, el año pasado 21 mil según datos independientes y 16 mil según
admite el gobierno, ello a pesar de que la población en estos 15 años no ha
aumentado en la misma proporción: 4 veces más.
Nos seguimos matando mientras
las autoridades siguen improvisando. Hace falta una política seria de
seguridad, pero especialmente de educación, de inclusión, de renovación de
valores ciudadanos, además de la creación de nuevos espacios para la
convivencia social.
@aecarri
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