A partir del pasado sábado se abre una ventana histórica y
única para el país. Con la recaída del presidente Hugo Chávez y su admisión que
es probable que no esté apto para concluir un nuevo período al frente de la
jefatura del Gobierno por asumir el 10 de enero, surge una oportunidad
excepcional para un profundo cambio de rumbo en la construcción de la nación.
Enfrentamos no a un posible sucesor del presidente Chávez ni
a la composición de un gobierno nuevo. Se trata de una profunda rectificación
colectiva en torno a cuales son los imprescindibles rumbos hacia los cuales
debemos dirigirnos. Solo así evitaremos continuar con la acelerada e insensata
destrucción del país y el desconocimiento irrespetuoso de los valores, anhelos,
aspiraciones y esperanzas de nuestra gente.
El actual ministro de Finanzas, corresponsable de lo que él
mismo denuncia, asegura que lo gratis se acabó y lo regalado se tiene que
acabar. Es decir, lo que estamos viendo pareciera ser un cambio completo de la
forma de gobernar, de la forma de concebir el manejo del país y de esta "revolución". Es una manera franca pero trágica de reconocer el desastre causado pero a quien se le ocurre recurrir al "demoledor" para diseñar reconstrucción.
Claro que a Hugo Chávez hay que
desearle mejoría para su salud, pero también hay que exigirle conciencia del
momento histórico del país. No lo hizo antes cuando asumió la candidatura
presidencial aún enfermo, esperemos que lo haga ahora frente a la necesidad de
comenzar una nueva etapa de gobierno, donde seguro vendrán medidas impopulares,
difíciles pruebas para el país, dentro de un marco institucional desmantelado
para tal fin y convertido en el aparato de gobierno de un solo hombre que acaba
de decir que pudiera no seguir estando en Miraflores.
Revisemos la historia. El 20 de
diciembre de 1935 el general Eleazar López Contreras le habla al país en
cadena. Solo había radio, claro. Entonces, López Contreras era el Presidente
Encargado de la República cuando apenas había transcurrido 3 días de la muerte
de Juan Vicente Gómez. Su mensaje, en medio de un ambiente cargado de rumores y
tensiones, quedó para la historia. “Calma y cordura”, dijo el general. Fue el
inicio formal de la transición postgomecista.
Pero el desespero y los rumores no
sirven para definir un rumbo. La información sí. Y, claro, la calma y la
cordura. Por eso la convocamos ahora, cuando la historia pone retos al país, a
la sociedad toda. Se trata de un país que debe asumir su destino, ahora con
este nuevo reto.
Seguimos teniendo tareas inmediatas,
como las elecciones regionales, por ejemplo. Pero también seguimos en nuestra
labor de denunciar las intenciones de unos irresponsables que quieren ponerle
la mano a todo pero para dañarlo, como las escuelas con la Resolución 058. Eso
sigue estando allí. A esas intenciones no les da cáncer. Somos nosotros quienes
debemos servir de anticuerpos para responderlas.
Los retos siguen siendo muchos. Lo
anunciado en sábado en la noche sin duda baña todo el debate de la opinión
pública, pero no perdamos el rumbo. Al contrario, afiancemos nuestros valores,
nuestras metas, el sueño del país que queremos lograr y estamos construyendo.
Calma y cordura para tomar las mejores decisiones. La historia nos pone el reto
y el país nos obliga a asumirlo con altura.
LA EDUCACIÓN
Dentro de esos retos que siguen
estando allí está la educación. Esa que se maneja como una taguara. No hay otra
manera de leer la suspensión adelantada de clases que ordenó la ministra de
Educación, desmeritando el valor de la formación y de la presencia de los niños
en la escuela.
Es evidente que buscan desmovilizar
al país de cara al 16-D. Qué lamentable que lo político, lo táctico, lo
electoral pase siempre por encima de los intereses nacionales. En un país
cargado de violencia, un niño que deja entrar al aula de clase está más cerca
de esa inseguridad, de esa violencia, del camino equivocado.
Muchos maestros se enteraron por la
televisión. Y ahora son ellos los que deben hacer magia para rearmar el
calendario en sus escuelas. Es una irresponsabilidad restar días de clase, de
formación, en función de intereses políticos. Es mezquino.
La educación merece ser prioridad, no
el partido. Sigamos teniendo presente eso, que educación es solución.
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