Se acerca el inicio
del año escolar. Faltan apenas dos semanas para que los chamos deban volver a
las aulas. Los que puedan. Lamentablemente muchos volverán a pasar buena parte
del año académico, sino todo, sin recibir instrucción apropiada, formación para
su presente y futuro. Será por múltiples razones, pero en estas líneas nos
enfocaremos en la infraestructura educativa.
No se puede esperar
que toda la población en edad escolar vaya a clases a partir del 17 de
septiembre cuando no hay suficientes escuelas, liceos, salones ni pupitres. No
hablar de las condiciones de muchas escuelas que sí recibirán a los niños y
niñas pero para que sean testigos y víctimas de plantas físicas decadentes,
baños de espanto y aulas que recuerden más a una cárcel que a un sitio para
disfrutar de aprender. Porque la educación, a fin de cuentas, debe ser algo
para disfrutar, para sentir orgullo y energía de saciar hambre de conocimiento,
y no una obligación, unas horas en unos espacios terribles. Después cae la
pregunta de por qué muchos jóvenes no quieren continuar sus estudios.
El año escolar
2011-2012 volvió a dejar por fuera a casi 4 millones de niños que no
estudiaron, la misma exclusión promedio de los últimos 5 años, según el último
informe de la Fundación Arturo Uslar Pietri, reflejando cifras de la memoria y
cuenta del Ministerio de Educación y el Instituto Nacional de Estadísticas.
¿Cómo bajar esa alarmante cifra si las escuelas están en el piso?
La escuela 5 de
julio de La Pastora es uno de tantos reflejos que en la realidad tienen los
datos técnicos. Allí, a tan solo tres cuadras del Ministerio de Educación, del
despacho de la ministra Maryann Hanson, la directiva y los maestros no quieren
recibir a los niños, no porque no quieran trabajar, muy al contrario, sino
porque saben del peligro que corren los alumnos si entran en esa casa del
terror.
La estructura tiene
tres pisos con salones, pero todo el piso 2 tiembla si alguien brinca; aunque
sea una sola persona. Imagínense qué le pasa a la estructura cuando está a toda
su capacidad, con decenas de chamos, maestros y trabajadores adentro. Es una
trampa mortal. El piso 3 fue declarado en emergencia por Protección Civil, y
cuando llueve el lugar se inunda, mostrando además que todos los techos tienen
graves filtraciones.
Además, el plantel
no cuenta con el servicio de agua potable porque las tuberías están dañadas
desde hace varios años. Para la limpieza de los baños, los estudiantes,
maestros y profesores deben cargar el agua en tobos. ¿Así debe funcionar una
escuela? A las aulas se va a aprender, a formarse en sociedad y con
conocimiento para mejorarnos y mejorar al país, no a caletear tobos de agua
porque no haya agua. Competa desidia. Inmoral desidia.
Pero la ministra se
hace la que no sabe. La zona educativa brilla por su ausencia, y la
preocupación roba el sueño a los maestros, responsables por su propia seguridad
y la de sus estudiantes, frente a la irresponsabilidad de las autoridades.
El asunto, como lo
denuncian en la puerta del recinto, afecta también la disponibilidad de cupos.
No hay suficientes porque la planta física no aguanta tanta gente. Por tanto,
muchacho que se retira, pupitre que queda vacante. ¿Una locura? Sin duda. Pero
cuando un Gobierno no entiende que la educación es la solución más directa y
permanente a los problemas sociales y de violencia e inseguridad, entre otros,
pasan estas cosas.
Esa estructura en
La pastora tiene 73 años. Fue construida a comienzos del siglo pasado, cuando
aún mandaba Juan Vicente Gómez. Pero ello no es razón para su decadencia. De
haberse ocupado de que la educación fuera la taza de plata de esta ciudad y de
este país, se habrían hecho los mantenimientos y las restauraciones
correspondientes a lo largo de todos estos años. Pero a los indolentes del
ministerio eso no les pesa. Simplemente no les importa.
Por eso insistimos
en nuestra propuesta de convertir a Caracas en una Ciudad Educadora, donde la
escuela no sea uno más de los ranchos olvidados del barrio, sino un sitio de
encuentro social y comunitario, donde la formación y el estudio de niños,
jóvenes y adultos sea permanente. La escuela, en las mejores condiciones, debe
ser el eje central de la reformación del tejido social. Queremos para Caracas y
para todo el país grandes escuelas, de esas que ganan premios de arquitectura y
que producen en sus aulas el desarrollo que insufla al país de sangre e ideas
nuevas. Es la única forma de que Venezuela tome la senda correcta, la senda
educadora. Educación es solución.
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