La semana pasada pasó algo insólito que demuestra cuán carcomida está
nuestra capital. A plena luz del día, en la mañana, se armó una plomazón cerca de la plaza Miranda en la avenida Baralt, justo en el
centro de Caracas. Allí quedó la sangre de los delincuentes y de dos
funcionarios que dieron su integridad personal por deterner a los maleantes.
Lo triste del caso, más allá de las consecuencias humanas del suceso, es
que lo ocurrido sirve como pizarrón ilustrativo, una vez más, de lo violenta
que se ha convertido la capital de Venezuela, nuestra ciudad. La calle
sobrepasa análisis sociológicos y estadísticas. Los datos no pueden reflejar
completa esa realidad que frente a los ojos de hombres, mujeres y niños, se
determina con plomo y sangre en plena calle, con luz del día, y con muchísimos
inocentes expuestos.
Tampoco se trata de pensar que como la policía actuó, la delincuencia está
amenazada. Al contrario, la mejor ciudad, la más segura, es aquella donde el
arma del policía nunca se desenfunda y nunca se dispara porque no hace falta.
La seguridad no es tener una sociedad armada convertida en vigilante de su
propia integridad, con el hierro en la mano. La seguridad es la ausencia del
factor de la violencia, la tranquilidad de caminar calles y avenidas sabiendo
que nada pasará.
Nada de eso será posible si continúa en Miraflores un Presidente violento.
Es lo que tenemos en Venezuela hoy. Dell trabajo de todos depende sustituirlo,
con votos populares, por un Presidente de la educación.
Va exactamente en nuestra línea de acción, esa que hemos explicado tantas
veces y la hemos acompañado por un símbolo poderoso: el lápiz. Se trata de
desmontar la ciudad violenta para dar paso a la ciudad educadora. Transformar a
Caracas de su realidad actual hacia un futuro convertido en presente marcado
por la formación, por la paz, por el progreso. La educación garantiza equidad,
igualdad, inclusión y hermandad ciudadana, que tanto hace falta para ahuyentar,
de raíz, la violencia urbana.
ONECHOT
No podemos dejar de mencionar el caso del artista OneChot a quien unos
delincuentes le dieron un tiro para despojarlo de su carro.
OneChot denunció la violencia cruda de nuestra ciudad, podrida como la
describió en una de sus canciones, y ahora es víctima de ella. Su videoclip dio
la vuelta al mundo cuando mostró cómo a inocentes las balas perdidas, y la
ciudad agresiva, se los llevaban por delante. Lamentablemente la vida lo puso
justo en ese lugar, de la mano de un gatillo alegre.
Hoy Juancho se recupera poco a poco, afortunadamente. Condenamos esa
agresión, como condenamos que los irresponsables del gobierno se hayan hecho la
vista gorda porque ese muchacho, un creador, les haya mostrado en su cara las
consecuencias de su poca acción de gobierno: la ciudad violenta. La respuesta
de aquellos fue acusarlo de desestabilizador, ordenar investigarlo por
conspirador y descalificarlo como venezolano simplemente porque comparte su
vida entre Caracas y España. Qué pena ajena.
Desde aquí hacemos votos por su regreso fuerte y sano. Fuerza para OneChot
y deseos de recuperación para él y de ánimo para su familia.
VÍAS DE MISERIA
En Mamera los vecinos tienen que soportar diariamente enfrentarse a las vías
destruidas. La carretera principal de esta zona popular prometieron repararla
en el corto plazo, pero la realidad es que la calle sigue allí más parecida a
un campo de guerra y bombardeos que a una vía de tránsito.
Carros y autobuses tienen que hacer turno para pasar de un lado al otro
mientras van dejando amortiguadores y cauchos en el sitio. Así no se puede
vivir. Las autoridades que asuman su responsabilidad y esa fiesta del asfalto
que dijeron llevarían, terminen el trabajo que dejaron a medias.
Lo mismo ocurre en Los Chaguaramos, donde ni siquiera porque cerca está la
Universidad Bolivariana, han podido reparar el boquete en el asfalto que el
propio gobierno del Distrito Capital produjo cuando anunció que repararía la
vía. Las consecuencias la vive la gente.
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